Su aliento arañó sus mejillas. Sosteniéndole la mirada, sus manos pasaron con delicadeza por encima de sus pechos, deteniéndose por un segundo en sus pezones erectos. Y ella está tan exhausta que cree que no puede alcanzar otro orgasmo. -Levanta los brazos-, le pidió, y la despojó de la última prenda que cubría su pecho, sin que ella tuviera más remedio que obedecerle.
Aire frío. Piel caliente.
Sus manos sopesaron y moldearon sus pechos.
La sensación era demasiado intensa. Ella nunca habría imaginado que era posible desear a un hombre tan intensamente, cerró los ojos intentando atenuar la verdad

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