ROMANZA DE LA MESONERA Y EL BODEGUERO ( por Derto Negrín Lopez)

Corrían los tiempos de nuestro señor Jesucristo de mil y doscientos y cincuenta. Nuestro santo monarca Fernando III reinaba en tierras de castilla. Yo bodeguero barrigón y casado, tenía una pequeña cantina en la que me sacaba mis maravedís, cerca de xauen, vendiendo vino a: moros, cristianos, herejes y santos. Qué a todos gustaba por igual. Un día pasó mi umbral La lozana andaluza, huyendo de las tropas de boabdil, desde el reino moro. Me quede prendado de sus ojos grandes y verdes como esmeraldas, verdes como la esperanza de algún día poder comer sus pezones, grandes y negros, que querían romper su blusa blanca por encima de su apretado corpiño, grandes senos y grandes muslos. Jamás nació mujer más fermosa en toda Híspalis. Me dijo que partía hacia xativa, a un lugar llamado benidarhin, donde sus padres regentaban un mesón e iba a hacerse cargo de el. Mesonera más fermosa nunca se vería en toda xativa. Iba acompañada de sus dos preciosos fijos.
Tan prendido quede de ella, que a su marcha, la di mis tres mejores palomas mensajeras, para mantener contacto. Una se llamaba face, la otra skipe y la tercera manolita como mi madre. Y así entre vuelos de ida y vuelta de palomas, nuestro amor fue creciendo cuan el inmenso cielo infinito. Y aquí nació esta romanza.
Romanza de la mesonera y el bodeguero.
Un día por mi puerta… entro Merlín el mago.
Por un caballo de fuego… vendí mi alma al diablo.
Ella la vendió a las meigas… que otro caballo le dieron.
Raudos corceles capaces…de cabalgar mil leguas pa un consuelo.
En un cruce de caminos… entre xauen y xativa
Quedamos los dos esa noche…esa noche tan ansiada.
En la madrugada había que ir y volver…para que sus fijos no lo notaran
Y yo en mis aposentos… antes de que el gallo cantara.
Si la bodeguera el ojo abriera…en su lecho no me encontrara.
A palos en las costillas… me molería con saña.
Bodeguera de a mas de cien kilos…gordo culo y gran espalda.
Que a gigantes, ogros y malandrines…a garrotazos de la bodega echaba.
En un lugar donde despeñan los perros… quedamos en una posada.
posa que con el pasar de los tiempos… la de pepe el facha se llamara.
Despeñaban perros… y si algún moro osaba.
Asomar el pescuezo… por esas tierras castellanas.
Se lo trataba como a un perro…y también se lo despeñaba.
Entramos en la alcoba… digna del mejor condestable de castilla.
Cama de madera y lienzos de seda… que de su palio caiban.
A la siniestra un gran espejo... a la diestra palancana.
Jarra llena con agua de rosas…para el coño de mi amada.
Desprendiose de su capa…corpiño, blusa blanca y falda.
Desatose el cordel de su corpiño… en cueros quedo mi lozana.
En cuclillas sobre el barreño...lavo su bosque con saña.
Pelos negros y rizados… del ombligo al culo le llegaban.
Pelos que al comer el mismo…se agarran en la garganta.
Yo me quite calzones…botas, camisa y calzas.
Amarillas y mal olientes… aunque en su momento blancas.
Lavo con dulzura mi falo… que facia un mes que no lavaba
Desde el día que al atravesar el rio… mi borrico me trepara
Comió con hambre mi sexo…a la vez que yo su raja.
Postura del seis y el nueve…quizá alla se inventara.
Chupaba sus grandes pezones… a la vez de penetrarla.
Subida en mi gran pene… mi amazona cabalgaba.
Cabalgo una y mil veces…hasta que nos cogió el alba.
Había que regresar raudos…para que no nos pillaran.
Pero todo fue inútil…porque al llegar a casa.
La bodeguera despierta…brazos en jarra, me esperaba.
La siniestra en los huevos apretaba…y en la diestra a mano alzada.
Garrote de matar gatos… que me lo partió en la espalda.
Como gato que trepa la olla…corrí hasta la cuadra.
Apareje a mi rucio… cogí carretera y manta.
Polvo, sudor y hambre…por los llanos de la mancha.
Me tope con un hidalgo…Alonso Quijano se llamaba.
Hidalgo de los de lanza en astillero… antigua adarga.
Rocín flaco y galgo corredor…don quijote de la mancha.
bautizóme como sancho…aunque Antonio me llamaba.
Pero me prometió una ínsula…para reinar con mi lozana.
No les canso mas con esta historia…ya que ha tres siglos nacerá.
Quien a vuestras mercedes… mis peripecias con el hidalgo contará.
Don miguel de cervantes Saavedra…quien después quedara manco.
En aquella gloriosa batalla…a la que llamaron la de Lepanto. 

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