mis palabras se ahogan en un orgasmo exquisito


Me gusta despertar y que lo primero que vea sea a él, acostado boca arriba, con los brazos a los lados, las piernas extendidas y su cabeza ligeramente inclinada hacia mí.
Me gusta observar su perfil, sus ojos cerrados, su nariz un poco grande y recta, su piel blanca con un tono azulado por la barba que ha crecido durante la noche, sus labios rojos y carnosos, su cabello corto... Me gusta observarle cuando duerme, tranquilo, escuchar su respiración profunda y pausada.
Estoy acostada a su lado izquierdo, casi desnuda. Pego mis tetas a su brazo, siento como al contacto con su piel mis pezones  se aprietan frotándose contra su piel.
Elevo mi cara hasta la altura de su cuello, qué delicia sentir el calor de su cuerpo cuando acerco mi nariz y mi boca para introducirlas en ese espacio que se forma entre su hombro y su cabeza; comienzo a besarle despacio.
Se mueve, gira todo su cuerpo hacia el lado derecho, así que ahora me da la espalda, ya no puedo ver su rostro, pero sí su espalda, tersa, con algunos lunares. Beso cada uno de ellos con la punta de mi lengua, para que ahora, al abrazarlo, mis tetas sientan un poco de humedad.
Pego mi cuerpo al suyo,  mi mano izquierda está en mi entrepierna, apretando los labios de mi vagina, rozando mi clítoris; él aún está dormido, no ya tan profundamente como al principio, pero todavía dormido.
Quiero que despierte, que me lo haga. Dirijo mi mano hacia su pene, ¡qué sorpresa! ¡qué grato descubrimiento!, está duro, crecido... al tocarle, inmediatamente se gira hacia a mí. Estamos acostados de lado, uno frente a otro, abre los ojos, me sonríe y se acerca para besarme en la boca, mientras acaricia suavemente, sólo con dos dedos, mi vulva, cada vez más dura y húmeda.
Sus besos se intensifican, son más rápidos y ahora frota su lengua contra la mía, su respiración aumenta cada vez más, yo estoy jadeando levemente, pero se me escapa un gemido, casi un grito, cuando acerca su pene, cuando frota mi clítoris con su glande.
Estoy lubricada para recibirle, él lo sabe,  y me dice: "Súbete", se acuesta boca arriba, puedo ver su falo perfectamente erecto, duro, crecido y ansioso. Me siento sobre mis rodillas, frente a él, en el espacio que queda entre sus piernas abiertas, bajo mi cabeza, me acerco a su pene, no lo meto en mi boca, no todavía, primero paso mi lengua húmeda alrededor, sobre su glande, junto mis labios sobre la punta, los abro, los separo para metérmelo en la boca, poco a poco, simulando la apertura de mi labios vaginales cuando me penetra.
Está excitado. Aprieto con la mano izquierda la base de su miembro, mientras se lo chupo. Lo succiono, muevo mi cabeza de abajo hacia arriba y de arriba hacia abajo, primero lentamente, cada vez más rápido y cuando siento que está a punto de terminar, me lo saco.
Exhala entonces como si fuese un alivio para él. Insiste: "Súbete", su pene está duro, muy firme. Sigo en la misma posición, sobre mis rodillas, pero ahora con las piernas separadas, rodeando su cadera. Tomo su pene y lo froto en mis labios.
Esto le gusta, me lo dice: "Frótalo", su erección aumenta todavía más, puedo sentir en mi mano la tensión de su miembro, puedo sentir cómo se prepara para eyacular, pero no quiero que se corra sin habérmelo metido todo, desde la punta hasta la base, sin haberlo sentido por completo dentro de mí.
Nuevamente, cuando siento que está a punto de terminar, dejo de frotarlo y él exhala "No me hagas eso, o al menos avísame..."
Me gusta alargar el momento, extender el preludio... La piel de todo mi cuerpo está húmeda y caliente, pero sobre todo mi vulva comienza a dolerme, quiero que me penetre.
Me inclino hacia su rostro, le beso con ternura en la frente, en las cejas, los ojos, la nariz, la boca... Puedo sentir sus manos apretando mis tetas, levanto mi cara y comienza a besármelas. Mi cadera está a la altura de su pene, me muevo de manera tal que mi vulva roce la punta.
Ha dejado que sea yo quien dirija, pero ahora se impone: "Ya", a la vez que dice esto, toma mi cadera con ambas manos y con un movimiento fuerte me baja hasta su pene, me lo encaja, ensarta su falo en mi vagina, ha sido un poco brusco, pero me gusta porque refleja su ansiedad, su deseo por tenerme.
Me arranca un gemido que expresa mi placer al sentir su pene adentro, satisfaciéndose en mí.

- "¿Te gusta? ¿Disfrutas que te lo meta? Sigue moviéndote". 
- "Me gusta, me encanta sentirte dentro"
"Levántate". Esta vez ha sido él quien lo interrumpió, justo cuando siento que está a punto de terminar, a punto de venirse en mi vagina.
Estamos acostados uno junto al otro, él boca arriba, yo boca abajo, descansamos un minuto. Acerca su mano a mi coñito ansioso de ser ocupado por su pene.
Se acuesta de lado hacia mí, yo continúo boca abajo, nuestros ojos se encuentran, sonrío y mojo mis labios con mi lengua porque me está metiendo sus dedos en la vagina, cada vez más rápido. Se coloca detrás de mí y sin dejar de frotarme con su mano, cuando menos me lo espero, me penetra. No puedo evitar decirle: "Dámelo, cógeme, así, así, así"
Toma mi cadera con sus manos y me levanta, me mueve hacia delante, hacia atrás. "Más, más, más... me estoy corriendo...". Un orgasmo exquisito

No hay comentarios:

Publicar un comentario