Esa noche...

Su habitación era abuhardillada, con viejas vigas en el techo y un tragaluz que daba sobre una sucesión de tejados grises...

Sólo faltaba una luna creciente y habría creído estar en "los aristogatos"...

Me desvistió con una gracia natural, mientras él también se desnudaba... Y, de inmediato me gustó su cuerpo..., de una delicadeza a la que yo no estaba acostumbrada...

Sus hombros y sus brazos eran de una tersura exquisita... Su piel divinamente morena contrastaba con sus cabellos y sus ojos, dios mío, sus ojos eran sublimes... mi mar...

Durante la noche me deleité con el olor voluptuoso de su piel en cada punto de su cuerpo, embriagador como una droga...

Esa noche permanecerá en mí más allá de mi muerte...

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